Según
la referencia de prensa que puede verse al margen, en Stanford (EE.UU) siguen
una línea de investigación sobre los componentes
proteínicos de la sangre, y que es una obviedad que varían a lo largo de la vida del sujeto. En ese
tiempo también es obvio que el porcentaje
de agua que contiene el organismo de la persona varía en proporción inversa a su edad: desde más del 75% inicialmente, hasta
acabar rondando el 50%. Por tanto, es
evidente que la vejez va acompañada de
pérdida de la componente acuosa de nuestro organismo.
Y si esta disminución del tanto de agua que
forma parte de nuestro cuerpo es indiscutible, ¿tanto raro habrá de ser
preguntarnos si la vejez sobreviene porque
nos vamos ‘resecando’ poco a poco?.
En todas las formas de vida que nos rodean
se comprueba también esta misma correlación. ¿Qué se dice, por ejemplo, del árbol milenario? ¡Que se seca!
Así
que ninguna novedad ni descubrimiento
del Mediterráneo será el decir --ni hará falta decirlo desde Stanford-- que la vejez es un progresivo ‘acartonamiento’ o
pérdida del agua del organismo vivo. Y que su corolario es lo que se ha puesto
arriba, como título: que el secreto… está
en el agua.
No ha de extrañar. En el agua nació la vida, y sin ella no podría mantenerse. Los
intercambios de nutrientes y hasta la transmisión de la vida a nuevos seres se
realiza en medio acuoso, líquido, semilíquido, o hasta gaseoso (que no deja
de ser un estado evolucionado del líquido).
De modo que es bien previsible que
la vejez y muerte tengan que ver con la pérdida del agua necesaria para seguir
viviendo…
Pero lo que nos ha
llamado la atención, y hasta alarmado,
es lo que también se añade como novedad noticiable: que la ‘sangre joven’ podría rejuvenecernos…
¡Qué contentos y animados se van a encontrar,
con esto, los vampiros, las brujas, y hasta los prestamistas (ja,ja) que se dedican a ‘chupar sangre joven’!
¡No,
no: por favor! ¡No demos excusas a más perversiones y atropellos…! No queremos ni pensar en lo que podría acabar
esto si el mito del Fausto --de venderse con tal de lograr la eterna juventud--
llega a tenerse por obsoleto… porque bastase, y fuese más práctico, engendrar
hijos como conejos para luego --como Saturno-- engullirlos --o sacarles la sangre---
para alcanzar la eterna vida… (¡Qué barbaridad!)
Por eso se nos ocurre rogar a los científicos que se anden con tiento en lo que dicen.
No vaya a ser que destapen cajas de Pandora
inéditas, y atroces nuevas psicopatías.
Que con las que ya tenemos, nos parece que ya
vamos servidos…
Javier de
Fernando, biólogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario